sábado, 25 de febrero de 2012

11 de Septiembre



"Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo"
-Salvador Allende


El 11 de septiembre de 1973 quedará como una fecha oscura en la memoria del pueblo chileno. Las fuerzas armadas, dirigidas por el general Augusto Pinochet, con el apoyo de la CIA y gran parte del sector derechista, derrocó , mediante un golpe de estado, al gobierno socialista con Salvador Allende a la cabeza. La democracia fue demolida por las fuerzas armadas.

Empezaron aquí 17 años de terror, una dictadura militar cuyo máximo dirigente sería el fratricida Augusto Pinochet. Se estima que hubo un total de 40.000 víctimas entre muertos y desaparecidos, torturas, detenciones arbitrarias, prisioneros políticos, familias huérfanas, juicios sumarios, fusilamientos... Las tropas militares quemaban personas vivas, degollaban, asesinaban y enterraban en fosas comunes.
Miles de personas en todo el país aún no han encontrado los cuerpos sin vida, ni las almas desaparecidas.
Los deseos de sangre socialista de EEUU durante esas décadas no encontraron freno en América Latina. Rodaron cabezas de gobiernos elegidos legal y legítimamente por el pueblo, hundidos por las sombras que venían armadas y dirigidas desde lejos.  Sólo cabe una definición: Terrorismo de estado.

No sospechaba, o eso se nos dijo, el gobierno de George Bush, que 28 años después el terrorismo se volvería en su contra. Vendría de la mano de los talibanes, que en plena dictadura chilena, eran armados por la CIA en Afganistán para expulsar al ejército soviético del país.
Sangrientas ironías.

sábado, 18 de febrero de 2012

Testigo de la mezquindad


"He llegado a un punto en que el sufrimiento de la vida anula la alegría… Estoy perseguido por recuerdos vívidos de muertos, de cadáveres, rabia y dolor."
Kevin Carter


Seguro que a todos nos suena esta foto realizada por el fotógrafo sudafricano Kevin Carter, realizada en el sur de Sudán ganadora del premio Pulitzer en 1994. Una foto controvertida, que removió los estómagos de la sociedad internacional y quizás, alguna que otra conciencia.
Durante todo el año siguiente Kevin Carter fue duramente vapuleado por su deshonroso comportamiento, por abandonar a un niño agonizante a su miserable destino, que parecía ser el de ser devorado por un buitre. Tiempo después, fotógrafos que estuvieron presentes en el mismo centro de alimentación de la ONU, cuentan que el niño, lejos de estar agonizando, defecaba, y el buitre esperaba obtener el preciado botín tras la espera.
Cuan complicados son los engranajes de esta hipócrita sociedad. Personas que en su vida se atreverían, si quiera, a poner un pie sobre un país como Sudán en sus años menos sangrientos, carcomidos por la hambruna y la enfermedad, se abalanzan como buitres deseosos de carroña sobre el testigo visual que les acerca las miserias lejanas. Agarraron con sus afiladas garras la moral imperante, e hicieron añicos la vida de una persona que con tenacidad retrató decenas de brutales situaciones a lo largo de todo el África, testimonios directos de brutalidades que no quedarían en el olvido.
Son otros los buitres que están al acecho, los de la cobardía, que también se alimentan de carroña y miseria ajena. Los de la infecta hipocresía social que machacan con el dedo acusador. Miserable sociedad que aplasta con la moral que no practica, ni de lejos. Kevin Carter pisó lugares que pocos se atreverían a pisar, sin testigos ni pruebas no habrá denuncia ni justicia. Su pecado fue remover demasiados estómagos a la hora de la cena.
Los niños siguen allí, sin que los de garras moralistas se muevan de sus cómodos asientos para cambiar su situación. 15 años después el niño de la foto murió de fiebres.
Carter se suicidó con 33 años, dejando tras de sí una vida intensa e inestable, fue testigo de grandes horrores humanos, incluido el de su sociedad de mezquina moral y farragosa ética.

jueves, 9 de febrero de 2012

Binta y la gran idea



Recientemente tuve el grato, y sorprendente placer, de visionar este fragmento del documental “En el mundo a cada rato”.  Este capitulo titulado “Binta y la gran idea” fue dirigido por Javier Fesser en un poblado de Senegal en colaboración con Unicef, en el año 2004.
Binta, una niña senegalesa, nos narra la gran idea que ha tenido su padre para aportar un grano de arena a hacer que el mundo sea un poco mejor. La historia transcurre apaciblemente entre la vida cotidiana de los integrantes de este pueblo, mostrándonos algunas de sus preocupaciones diarias, su entorno, sus rutinas y sus colores. Hasta que podamos descubrir la idea que Sabu Diatta, el padre de Binta, ha decidido hacer llegar a los prefectores de su región.

Una dulce bofetada para la engreída población de los países del Norte. Breve, conciso y deliciosamente narrado, que rompe con los patrones de un África pobre y asistencial que, demasiado a menudo, nos llega a Occidente.
“Hay que aprender de los pájaros, que son tan listos, que cogen lo mejor del Norte y del Sur”.
 Sin duda en el Norte tenemos mucho que aprender aún.

viernes, 3 de febrero de 2012

Genocidio en el paraíso


Existe una pequeña isla al sur de Indonesia, ubicada al norte de Australia,  esos lugares lejanos que imaginamos paradisiacos, de luz brillante, aguas cristalinas y vacaciones bebiendo de un coco en la playa. Desgraciadamente la isla de Timor ha estado y está,  más cercana a las imágenes que tenemos del averno medieval.

La cercana Indonesia también vivió su propio infierno bajo las órdenes del comandante derechista Suharto, un hombre que fue todo un ejemplo de tiranía política, censura y opresión, que aprendió bien de sus maestros de la CIA. Llegó al poder en 1965 masacrando al partido político comunista vigente que contaba con aceptación popular del pueblo indonesio. Por supuesto, Suharto estuvo apoyado por los grandes de Occidente que veían en él un aliado anti comunista y un jugoso cliente en el comercio de armas. Se hicieron buenas labores de marketing vendiendo su locura asesina y sed de poder y sangre como “un movimiento de liberación política en Asia”. Un genocida que representa todo un ejemplo a seguir, el hijo que toda madre estaría orgullosa de tener.

En diciembre de 1975 se abren nuevas vías para que Timor se independice de Portugal, que comenzaba su declive, un hecho lícito que  sentaba las bases para el establecimiento de la autodeterminación deseada por la población.  Suharto tuvo aquí la oportunidad para clavar sus infectas garras en una región débil por el proceso de transición política, pero con notables reservas del recurso maldito, el bien preciado oro negro.
Y así se cumplió, en diciembre de 1975 la ocupación de Timor Oriental fue servida en bandeja de plata. Los timorenses firmaron su condena cuando decidieron luchar por su independencia y valerse de sus propios recursos. Desde EEUU se puso el grito en el cielo ante semejantes actos infames, y la administración Carter decidió señalar y condenar, las herramientas que cumplirían la sentencia venían de las monstruosas fauces de Suharto. El infierno podía continuar.
Las masacres llevadas a cabo por las fuerzas indonesias fueron de las más cruentas y salvajes de la historia contemporánea, las víctimas no tuvieron tiempo de ver venir el hacha que cortó sus cabezas. Genocidio silencioso, el crimen más cruel del que es capaz el ser humano llevado a cabo sin miramientos, pagado a sueldo desde el otro lado del globo. La mayor matanza acontecida desde el Holocausto. No muy lejos de allí el gobierno australiano se frotaba sus  asquerosas manos pringadas de ambiciosas babas, apoyando los innombrables actos ejercidos contra la resistencia de Timor Oriental.
En occidente los oídos se mantuvieron bien taponados de grasa supurante de sangre timorense, los gritos de la muerte eran acallados a golpe de fusil.

Desgraciados aquellos con recursos naturales y una falta de ejército poderoso,  prepárense para su sentencia de muerte, perpetrada por ambiciosos genocidas y firmada por nuestros bien amados Aliados. El contrato se encuentra a buen recaudo, en las arcas del Banco Mundial y el FMI, junto a sus preciados bienes expoliados, lejos de las temblorosas manos de sus propietarios legítimos.
El infierno se sirvió en porcelana barata durante 25 años, en 2002 consiguieron su independencia, pero el hedor del terror les queda cerca aún. Las secuelas llevan nombre de refugiado, el genocidio se mantiene silencioso, los asesinos de colmillos afilados preparan su siguiente golpe. Los padres siguen enterrados en una tumba sin nombre.
Las playas de Timor siguen siendo fango sanguinolento. 
El paraíso queda lejos, muy lejos.