domingo, 1 de abril de 2012

Daños colaterales


Los daños colaterales son aquellos que se nos dice no haber sido provocados intencionadamente.

El precio de asumir los llamados daños colaterales es, aceptar, que la matanza indiscriminada de civiles es válida por un fin, que es terminar una guerra o un conflicto armado, que precisamente hostiga y desgarra la vida de esa misma población.
Esta es la doctrina usualmente empleada por los dirigentes y partidarios de las intervenciones de la OTAN. Para los despistados: Intervenciones que ejercen la imposición de la fuerza mediante bombardeos aéreos, sin distinción alguna de blancos u objetivos, provocando muertes indiscriminadas, daños en infraestructuras civiles, y un empobrecimiento brutal para un país que habrá quedado devastado, y que deberá recuperarse de la guerra con serias dificultades.

Podemos hablar de lo mismo en referencia a altercados y revueltas civiles, en los que las fuerzas del orden (perdonadme el eufemismo), revientan ojos, cráneos y vidas para instaurar el orden. Y merece la pena, no son más que vidas que quedarán desgarradas bajo el palo y la bala de goma.

La doctrina de los daños colaterales es una invención destinada a esconder la brutalidad, el salvajismo y el menosprecio total por la vida. El fast food de la resolución de conflictos es servido por aquellos que monopolizan el uso de la fuerza.

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