lunes, 23 de enero de 2012

Refugiado


“Quien pierde oro
puede encontrarlo en las joyerías
Quien pierde el amor
puede encontrarlo al año siguiente
Quien pierde su país,
¿Dónde podrá volverlo a encontrar?”
-Canto palestino.

43,7 millones de personas sin techo, sin hogar, sin país, sin protección política. 43,7 millones de refugiados en el mundo. 43,7 millones de apátridas forzados.
¿A dónde van estos refugiados? Contrariamente de lo que la indignada población europea cree, el 80% de los refugiados se encuentran en Pakistán,  Irán y Siria.
La solución del refugiado no viene con la acogida, tratándolo de huérfano, aunque lo es. La mayoría de los refugiados tienen un hogar al que no pueden volver por cuestiones políticas, guerras, persecución, hambrunas o catástrofes ecológicas.  Lo que necesitan es un reconocimiento social, presión política y el derecho de retorno  a sus países de origen o, lo que es más importante, el reconocimiento de la existencia de sus países, no reconocidos aún. Y el reconocimiento de su propia existencia.
Hay demasiados gobiernos a los que no se quiere enfurecer reconociendo a los que exiliaron, por la fuerza, como pertenecientes a esas tierras que robaron.
No es casualidad, que tres de cada diez refugiados procedan de Afganistán, país victima de guerras, de extremismos políticos y religiosos, pieza desmontable, intercambiable en los juegos de guerra de las grandes potencias.
De cuánta negligencia humana son capaces los Estados y sus gobiernos. A uno le dan ganas de hacerse refugiado de su propio país, para poder sacudirse de encima la vergüenza que suscita el silencio político y social.
Los refugiados, sin techo del mundo, no hay que haceros un sitio en ningún lugar, tenéis el derecho fundamental y legitimo a poder volver allí a dónde sea que pertenecéis.


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