domingo, 11 de diciembre de 2011

Sobre el amor y la guerra


Estos días la Guerra y la muerte invaden mi pensamiento.
El metal, el dolor, la carne desgarrada, destrozada, el humo negro inspirado, que invade el cuerpo y lo intoxica con el olor de la muerte.
Puedo imaginar y sentir mejor la fragilidad de la carne, de los huesos. La sangre caliente sobre el frío acero, sobre las manos rígidas que han renunciado a la Vida, y ya sólo piensan en la muerte.
La Guerra, esa maldita hecha de metal oscuro y carne desgarrada. La Guerra que suplica a la vida que no se rinda. Esa Guerra que nunca es valiente. La Guerra sin héroes.
La sangre perdida, que nunca volveremos a encontrar.
Ante la evidencia de la Guerra, esa sanguinaria hecha de lascivia destructiva, ante esta evidencia, que me permita hoy, el dolor de los enterrados, ansiar la Vida.
La Guerra nos mira como si fuésemos un milagro. Los cuerpos se vuelven más dulces y cálidos a través del sonido del metal rasgado.
La Vida sigue en pie a pesar de que el grito intenso de la Guerra atraviesa el mundo.
Deseo, más que nunca, sentir la piel.
Deseo sentir el amor del ser humano, sentir la Vida.
Nunca hacer el amor fue tan urgente. Nunca había tenido tanto sentido. La calidez de los cuerpos queda lejos de las frías armas que escupen su rugido ardiente.
Existe el amor y la Vida en los ojos de la Guerra. Existe el amor en nuestras manos, a pesar del olvido.
Las manos tensas y crueles pueden recordar su calor, su sangre fluyendo contenida sin derramarse por las causas de un mundo esquizofrénico, que se olvida de sí.
Sintamos el calor del amor en nuestro cuerpo, derramemos nuestros instintos.
Fluyamos con la carne suave y tierna, desprendamos su pasión. Olvidemos la carne muerta y pútrida perforada por el metal.
Usemos los labios para cantarle a la dulce noche, que susurra a la carne ardiente. No para gritarle al día, que amanece hundido entre el lodo amargo.
Respiremos la vida que se desprende de nuestros poros, no los vapores negros de la muerte. Vapores intensos, oscuros, saturados de metralla de una Guerra que no tendrá héroes esta noche. Porque, esta noche, mis brazos son el refugio del valor.

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